Época: Barroco
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1660

Antecedente:
La revolución científica



Comentario

En su "Saggiatore" (1623) Galileo escribía lo siguiente: "La Naturaleza está escrita en lenguaje matemático". La fórmula es realmente revolucionaria, pues el concepto antiguo de Naturaleza como organización de sustancia, de formas y de cualidades, es sustituido por uno nuevo: la Naturaleza como conjunto coordenado de fenómenos cuantitativos. Y no sólo se modifica el concepto acerca de la Naturaleza, sino también el de investigación científica de la misma. En efecto, uno de los cambios de actitud más característicos de la nueva investigación científica fue el de buscar la comprensión de la Naturaleza no por la observación inmediata, sino por las subyacentes estructuras matemáticas y mecánicas, tratando de descubrir, mediante análisis teóricos sistemáticos y cuantitativos, la auténtica estructura del mundo real. Para Galileo y sus coetáneos, la física aristotélica, todavía dominante en los círculos universitarios a principios del siglo XVII, no sólo era inexacta sino errónea. Y por ello tomaron la decisión de rechazarla. Las palabras de Galileo podrían ser propiedad de cualquiera de aquellos científicos: "la ciencia está escrita en el más grande de los libros, abierto permanentemente ante nuestros ojos, el Universo, pero no puede ser comprendido a menos de aprender a entender el lenguaje y a conocer los caracteres con que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las que es humanamente imposible entender una sola palabra; sin ellas uno vaga desesperadamente por un oscuro laberinto...".
Una vez que se aceptó esta propuesta de Galileo nació la nueva física, como el estudio de las propiedades primarias y reales, matemáticas y mecánicas, en profundo contraste con la física aristotélica. Al formular explícitamente el programa metodológico de la nueva física, entendida como búsqueda de leyes primarias de la Naturaleza y de los procesos subyacentes que producen las apariencias de las cosas, la nueva filosofía científica introducía un cambio sistemático en los interrogantes planteados a la Naturaleza y en los criterios para aceptar las conclusiones. La novedad, por consiguiente, de la nueva filosofía radicaba en el intento de utilizar los éxitos del análisis experimental, matemático y cuantitativo, como el único criterio para decidir sobre las conclusiones acerca de la naturaleza de las cosas. Esto cambió la imagen, no sólo del Universo, sino de sus partes.

En lugar del modelo orgánico del cosmos aristotélico, con partes relacionadas con el todo, el Universo era contemplado como una gran máquina automática. "Lo que yo pretendo -escribía Kepler- es demostrar que la máquina celeste no debe compararse a ningún ser viviente de carácter divino, sino a un aparato de relojería... porque casi todos sus movimientos tienen lugar merced a una simple fuera magnética, del mismo modo que en un reloj todo depende de un simple peso. Además, yo demuestro que estos conceptos físicos pueden expresarse a través del cálculo y de la geometría".

Las "Dioptrice" de Kepler (1611), los "Discorsi" de Galileo (1638), el "Horologium oscilatorium" de Huygens (1673) y los "Principia matemática" de Newton (1687), son ejemplos sobresalientes de tratados presentados en estilo geométrico que, partiendo de una serie de primeros principios -axiomas, definiciones, postulados e hipótesis-, abordaban resultados eficientes. El problema residía en descubrir estos principios en las relaciones causales de las propiedades primarias y en que las especulaciones a priori no se contradijesen con los datos de la experiencia.

Los autores de la época vieron en este proceso de investigación (por el que el Universo observado era primero anatomizado y después racionalmente reconstruido de acuerdo con los principios descubiertos) una estructura definida, a la que Galileo y Castelli llamaron método resolutivo y compositivo, que derivaba de la lógica que se enseñaba en Pisa y en Padua en el siglo XVI. Descartes, después, aplicó los términos de análisis y síntesis. Dicho de otra manera, se partía del análisis del problema objeto de estudio antes de abordarlo experimentalmente. A la luz de este análisis teórico antecedente, podían ser individualizadas posibles situaciones experimentales en las que, modificando uno a uno los factores causales considerados esenciales, se forzaba a la Naturaleza a responder a preguntas que la simple observación no habría podido resolver. El objetivo común de los científicos era, en consecuencia, demostrar cómo podían determinarse relaciones causales irrefutables entre los distintos fenómenos, considerando que las causas eran la estructura abstracta subyacente bajo las propiedades primarias.

De ese modo, Bacon hizo una importante contribución a la lógica de la investigación con la sistemática exposición de su método de eliminación en el "Novum Organum" (1620). La verdadera inducción de Bacon se basaba en reunir ejemplos de un determinado fenómeno (en su caso, el calor), que clasificaba en tablas (de ausencia y presencia, de desviación o ausencia en la proximidad y de grados de comparación). La inducción consistía en el rechazo de una relación causal entre fenómenos que no estuviesen a la vez ausentes o presentes. Por su parte, la contribución hecha por Descartes difirió bastante de la realizada por Galileo o Bacon. El pensamiento de Descartes representó un gran impacto para sus coetáneos, de influencia duradera gracias a la publicación de su "Principia philosophiae", en los que intentó una reducción completa de todas las formas del cambio físico a una sola: el movimiento. La base de la reducción de Descartes estribaba en la división del mundo creado en dos esencias o naturalezas simples mutuamente excluyentes: la extensión y el pensamiento. Puesto que el mundo material no es más que extensión, de la que el movimiento es un modo de ser que se presenta en diversos estados de complejidad, las leyes de la Naturaleza se identifican con las leyes del movimiento.

La nueva filosofía de Galileo, Kepler, Bacon y Descartes liberó a las ciencias naturales de sus antiguas ligaduras y las sometió a los hechos y a un mayor rigor en la apreciación de la exactitud matemática como algo distinto de la argumentación teórica. Esto condujo a poner cada vez más énfasis en a precisión, tanto en el cálculo como en la observación, y a enriquecer los sentidos con instrumentos u órganos artificiales. A este respecto, la primera mitad del siglo XVII estaba destinada a revelar el latente poder de tales instrumentos más que a aplicarlos. Así, en 1610 se usaba una especie de microscopio; en 1603 Galileo ideó un termómetro de aire y perfeccionó el telescopio; hacia 1640 el barómetro tuvo una notable importancia y el péndulo fue incorporado hacia 1656 por Huygens.